Esta no es otra tonta reseña de “Burning”

“Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, 

porque ni el hombre ni el agua serán los mismos”

Heráclito

Una noche de verano, en locaciones antípodas, un pragmático y un reflexivo compran simultáneamente un boleto de cine. El thriller psicológico fluye de una manera cuasi contemplativa durante dos horas y veintiocho minutos. Ambos salen de la sala creyendo haber visto “Burning” (버닝, Lee Chang-dong, 2018). Ignorando que han cruzado ese río de forma totalmente distinta.

Un año más tarde se encuentran en la boda de un amigo. No me pregunten cómo pero al último tiempo del banquete, a la hora del postre, la charla se vuelca sobre “Burning”. El más joven, un aspirante a actor, expone de manera apasionada los aciertos del director Lee Chang-dong, un genio capaz de beber de un minúsculo cuento de 20 páginas escrito por Haruki Murakami, para desarrollar la conmovedora alegoría de los invernaderos. Por su parte, con un whisky en la mano, un gurú de las inversiones menea la cabeza a manera de desaprobación. Acusa al director de romantizar el estado paranoide del protagonista, un joven evidentemente frágil víctima de depresión ante una vida sin propósito. Mientras ellos siguen intercambiando puntos de vista, yo pido al mesero una segunda rebanada de crostata. También vi “Burning”, pero solo mirarlos buscar una respuesta correcta, que evidentemente no existe, me fascina. Además de que me encuentro algo ebria.

El cerebro humano lucha constantemente por llenar los espacios vacíos con los conocimientos que tiene a la mano. Es biología pura. Sin embargo, expandiendo el conocimiento, es posible estar en paz con la idea de que muchas cosas ocurren simultáneamente.  Así podríamos apreciar las historias que intensificamos con nuestras obsesiones, dotar lo cotidiano con simbolismos y al mismo tiempo ser honestos describiendo los hechos en “crudo” cuando sea necesario. Todos estos niveles de realidad son necesarios, como las diversas capas de una crostata de nutella con fresas. La vida misma en un bocado.

El inversionista pragmático y el actor reflexivo se despiden con un abrazo fraternal. Ya se verán en la próxima boda. Confirmo que me gustan mucho las amistades improbables como estas. Es una búsqueda inconsciente que ha plagado mi vida de viñetas coloridas y me ha definido como persona.

Compartir con otros, nos alienta a permanecer receptivos a la infinita posibilidad de horizontes. Incluso Byung-Chul Han sugiere que es una forma efectiva de curar la depresión originada del narcisismo: “Mirar al otro, darse cuenta de su dimensión, de su presencia”. 

Volviendo a “Burning”, en lo personal, su atmósfera onírica se instaló en mí durante semanas, su soundtrack abrió en mi mente una categoría inventada que llamé Western Oriental. No volveré a ver una mandarina como antes y, quizá, lo más importante es que jamás seré indiferente ante alguien que amenace con hacer arder un invernadero.

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